🌌 ¿Quién eres realmente?

¿Quién eres tú… más allá de lo que haces, lo que tienes o lo que otros ven?

No es una pregunta poética.
Es una grieta en la rutina.
Una puerta.
Y a veces… una llamada que se ha estado repitiendo en silencio desde hace tiempo.

Vivimos identificándonos con lo de fuera.
Con lo visible.
Con lo que otros pueden nombrar, valorar o juzgar.

Decimos “yo soy” y completamos con cosas que no nos pertenecen del todo:
“Soy madre.”
“Soy diseñador.”
“Soy el que siempre ayuda.”
“Soy la que nunca se permite fallar.”

Y cada vez que lo decimos… reforzamos un personaje.
Un papel que tal vez aprendimos para sobrevivir, pero no para vivir de verdad.

¿Quién eres cuando no estás haciendo nada?
¿Quién queda cuando cierras la puerta, te quitas el disfraz, y ya no tienes a quién convencer?

La mayoría de la gente nunca se hace esa pregunta.
Y sin embargo… todo parte de ahí.

Porque si te construyes desde lo de fuera, vives siempre en riesgo.
Cualquier cambio, cualquier pérdida, cualquier crítica… te tambalea.
Porque lo que eras… ya no está.

Y entonces sientes el vértigo.
La ansiedad.
El vacío.

Pero no porque estés roto.
Sino porque estabas ausente de ti.

Porque habías confundido la ropa con la piel.
El nombre con la esencia.
El personaje con el alma.

La verdad es más simple de lo que creemos.
Pero requiere valor.

Valor para soltar etiquetas.
Para dejar de medirte por lo que produces.
Para mirarte sin las máscaras…
y empezar, por fin, a reconocerte.

No eres tu cuerpo.
Ni tu peso, ni tus arrugas, ni tu estilo.

No eres tu trabajo.
Ni tus logros, ni tu sueldo, ni tu puesto.

No eres tu familia.
Ni lo que tus padres proyectaron en ti.
Ni el rol que te adjudicaron desde pequeño.
Ni la identidad que heredaste sin darte cuenta.

No eres tu pareja.
Ni tu estado civil.
Ni tu soledad.

No eres tu pasado.
Ni tus errores.
Ni las veces que no supiste cómo seguir.

Entonces…
¿quién eres?

Eres lo que queda.
Lo que nunca se fue.
Lo que observa por dentro cuando todo afuera se apaga.

Eres la presencia que siente.
La conciencia que intuye.
El alma que recuerda.

Y cuando empiezas a soltar lo que no eres, no te pierdes.
Te encuentras.

Cuando dejas de identificarte con lo de fuera, empiezas a habitarte desde dentro.

Y no hace falta hacer grandes cosas.
Solo empezar a estar contigo.
Sin juicio.
Sin exigencia.
Sin la necesidad de cumplir un personaje que ya pesa.

A veces, lo más valiente es eso:
dejar de actuar.
Y simplemente… ser.

Esta entrada no viene a darte respuestas.
Viene a dejarte una pregunta.

Una que no se responde con la cabeza.
Sino con el cuerpo.
Con el silencio.
Con el tiempo.

¿Quién eres tú… realmente?

Hazle espacio.
Repite la pregunta cuando te levantes.
Cuando te mires al espejo.
Cuando sientas que te pierdes.

Y permite que la vida, poco a poco, te devuelva la respuesta.

No con palabras.
Sino con presencia.

— El Alquimista del Alma

Ya no necesito correr para sentir que avanzo.
Ya no necesito ser alguien para saber que existo.
Hoy solo quiero estar… donde realmente soy.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *